Un día a mediados de mayo la mañana estaba hermosa y no tenía
disponible mi auto, así que cargué mi cámara de fotos en una mochila y
me dirigí desde mi casa al sector de la laguna de Monte que es mi
favorito y siempre voy a observar y fotografiar aves. Es un trayecto de
casi 2 kilómetros que hubiera hecho en menos de 20 minutos atravesando
el centro de la ciudad pero me detuve faltando unas pocas cuadras
enfrente del Instituto Agropecuario de Monte que da enseñanza inicial,
primaria y secundaria y de la que casualmente mi hija mayor es alumna.
En el patio del instituto hay varios árboles que son la mayoría de
liquidámbar al igual que los que hay al costado de la calle; en las
ramas del lado del patio yvisibles por sobre el paredón había varias
cotorras (Myiopsitta monachus) bastante tolerantes, en el campo
son muy desconfiadas no obstante en algunas ciudades grandes como Buenos
Aires es todo lo contrario. Estas cotorras eran de un nivel medio de
desconfianza pero quizás acostumbradas a ver jóvenes todos los días en
la escuela son más tolerantes, en un patio más grande y cubierto con un
techo parabólico que es aprovechado por las cotorras para hacer sus
inusuales nidos comunales, únicos entre los psitácidos.
Al ver que
las cotorras se quedaban en las ramas me aproximé con cautela y después
me ignoraron por completo, estaban abocadas a comer pequeñas hojas de clavel del aire (Tillandsia aeranthos), una epífita común en la región pampeana y una de las pocas especies que crecen en esta zona, en el país hay muchas más.
Las
cotorras preferían los brotes de las plantas más pequeñas, las hojas
son bastante correosas, no me imaginé nunca que las aprovecharan como
alimento. Algunas de las cotorras se ofrecían las pequeñas hojas, se
hacían arrumacos y se daban "piquitos" al estilo beso, pero como sucede
con los humanos a veces sucedían conflictos de la nada, las cotorras son
aves que pueden llegar a tener mal genio como muchos de su familia.
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