Una tarde a mediados de octubre visité el Establecimiento La 37 en el partido de General Belgrano, propiedad de mi amigo Ricardo Juliano que también es observador de aves.
El mes pasado llovió bastante y los campos estaban bastante encharcados, por lo que proliferaban las aves de los humedales, entre ellas los patos. Ya en el camino interno de entrada hasta el casco pude ver algunos patos, entre ellos tres casales cada uno de una especie diferente: pato cuchara (Anas platalea), pato gargantilla (Anas bahamensis) y pato colorado (Anas cyanoptera). Me entretuve un rato sacando algunas fotos desde el auto y luego seguí hasta llegar al casco.
Hembra (izquierda) y macho de pato gargantilla
Pato cuchara (macho)
Pato cuchara (hembra)
Una vez que me encuentro con Ricardo, charlamos un rato ya que tenía que hacer algunas cosas y me dio permiso para recorrer un potrero con pasturas y que en su parte central tiene un bajo que está cubierto por una charca. Allí había varias especies de aves, entre ellas algunos patos pero para llegar tuve que caminar agachado muchos metros e ir parando para no despertar muchas sospechas, el lugar es totalmente plano, sin otra cobertura vegetal que pasturas cortas que sirven de alimento para el ganado. Por fortuna me pude acercar bastante a los patos a pesar de estar sin ningún tipo de escondite. Había patos maiceros (Anas georgica), pato gargantilla, pato de collar (Callonetta leucophrys) y una pareja de pato colorado; de vez en cuando pasaban algunos volando, entre ellos algunos sirirí pampa (Dendrocygna viduata).
Pato maicero
Pato gargantilla
Casal de pato maicero ydetras asomando la cabeza un macho de pato de collar
Casal de pato maicero y un gargantilla (detrás)
Sirirí pampa
Ricardo me había advertido de un padrillo que seguramente se me iba a acercar y seguir, pero no me imaginé que fuera tan insistidor y se me aproximara mucho, es más se me venía encima y buscaba contacto. Llegué a acariciarlo varias veces pero se volvió molesto ya que me quería tocar con la cabeza y sus labios, yo ya me había incomodado porque temía un mordiscón, un pechazo o una coz, así que hice movimientos bruscos de brazos caminando hacia él y lo alejé. para mi tranquilidad un empleado metió en el potrero otro caballo y me dejó de lado el padrillo para ir con el de su especie.
Ya saliendo por el mismo camino que entré volví a fotografiar patos que estimo eran los mismos que vi antes, descansando en el mismo palo, salvo que al principio eran patos gargantillas pero ya con las últimas horas de luz allí descansaba una pareja de pato colorado, que estuvo un rato largo sin casi moverse salvo algunos acicalamientos del plumaje y giros de la cabeza; estuvieron allí hasta que me bajé del coche agachado y quedé atrás del tronco de un árbol y unas malezas pero en cuanto asomó mi teleobjetivo se fueron nadando lentamente por las aguas cubiertas de helechitos de agua rojizos, que destacaban intensamente al igual que el macho de pato colorado debido a la luz un poco más cálida del atardecer.
Casal de pato colorado, con la hebra a la izquierda de la imagen
El domingo 5 de noviembre concurrí luego de casi un año a la Reserva Natural Laguna de San Vicente, ya que tenía ganas de volver para esta época y porque casualmente me habían contactado de El Diario del Sur para que diera unas opiniones sobre la reserva.
El día se presentó muy bueno en las condiciones meteorológicas; el lugar estaba con abundante cantidad de agua que incluso anegaba varios senderos en la zona de los miradores elevados, de todos modos me saqué el calzado y los transité pisando el suelo lodoso cubierto de agua. La vegetación mayormente compuesta por especies adventicias exóticas y muchas nativas estaba en todo su esplendor. La avifauna no era demasiado abundante pero era de destacar la gran cantidad de cuervillos cara pelada buscando material para armar sus nidos entre los juncos. Estaban las especies típicas de ese humedal como el sietevestidos y el arañero cara negra que extrañamente vi pocos esta vez; algunos doraditos comunes y varios pico de plata se pudieron ver pero para mi lo más importante fue el registro fotográfico desde varias decenas de metros de un ave poco frecuente en la región y del que además fue mi primer registro, se trata de la viudita blanca.En general las especies estuvieron pero por las características del lugar y la vegetación densa no estuvo muy práctico par ala fotografía de aves, de todos modos es un lugar que vale la pena recorrer no solo para ver aves sino para disfrutar del entorno natural; es un muy buen sitio en estas fechas para los que les gusta la botánica, yo la pasé muy bien buscando y fotografiando especies luego que pasara la hora de mejor luz para las aves. Pronto subiré a mi página Flora Bonaerense lo visto ese día.
Dejo algunas fotos que me gustaron o me resultaron interesantes de esa jornada, a lo último adjunto la lista de especies de aves observadas.
Para los interesados dejo el enlace para leer la nota sobre la reserva en el Diario del Sur
Página de la reserva en facebook: Reserva Natural Lagunas de San Vicente
Unas aves que fotografié a fines de marzo desde la planta alta de mi casa, asomándome por la ventana de la biblioteca había a poca distancia entre ellos y a solo unos 6 metros una paloma manchada (Patagioenas maculosa), posada en el cable preensamblado de baja tensión; mientras tanto, a unos metros de ella en las ramas superiores de un acacio bola del arbolado urbano se posaba un suirirí real (Tyrannus melancholicus) que marcaba territorio a puro canto.
Estas aves me regalaron unas lindas imágenes sin asustarse por suerte, estas son algunas de las que pude tomar esa tarde de comienzos de otoño.
Uno de los horneros (Furnarius rufus) que pasaron todo el otoño construyendo su nido en la planta alta de mi casa se alimentaba el pasado 20 de junio en el patio en horas del mediodía; lo vi luego de hacer una recorrida de observación por el campo y por ese motivo tenía la cámara en mano y aproveché para hacerle unas fotos en la gramilla. A pesar que son tolerantes desconfió por mi posición de acecho para fotografiarlo y se voló a una pared medianera, donde ya más relajado comenzó a acicalarse por unos minutos bajo los tibios rayos del último día otoñal del año.